En forma experimental se complementan las obras de Antonio Becerro, Mario Navarro y Rodrigo Bruna, hasta el próximo 27, en Balmaceda 1215.Un nuevo laboratorio de arte propone para terminar el año la Corporación Balmaceda 1215, con la idea de poner a dialogar discursividades visuales que no han estado en contacto antes. Los artistas Antonio Becerro, Mario Navarro y Rodrigo Bruna asumieron este desafío en una práctica netamente experimental. Así nació "Parásito", una muestra colectiva que estará hasta el 27 de diciembre en ese espacio y cuya estructura radica en obras individuales funcionando como eje, engarzadas por otras más pequeñas, que intervienen, se inmiscuyen, se acoplan a las primeras.
En el caso de Antonio Becerro, hay un desplazamiento al espacio galerístico del lenguaje callejero de rayados y graffitis, conformando una poética espontánea en torno al Sagrado Corazón, símbolo de la religiosidad popular chilena. Las rayas, las palabras, los textos fragmentarios surgen en la tela como producto de la limpieza del pincel, del ensayo pictórico. Enfrentado al muro, un perro callejero sometido a su ya característico proceso de taxidermia, herido, maltratado y cuya anatomía pone en jaque al espectador. El sello del autor está instalado en otro muro, en forma aislada, como elemento parasitario respecto de las obras con las cuales comparte este espacio:
"Dispuse como contorno de este sello unas moscas secas, seleccionadas; moscas que consumen los cadáveres. Lo que busco con la taxidermia es cambiar la naturaleza de las cosas, intervenir la realidad haciéndola más real aún. Y el grafitti también, además de lo contestatario, tiene una gráfica especial, un dibujo que interviene, cambia los códigos. Lograr reunir el plano en la pintura, el volumen en el animal y la poesía callejera es lo que siempre he buscado", señala Becerro.
Mario Navarro plantea su trabajo, "The new ideal line", como fin de un proceso cuya esencia contiene esa misma connotación: la de elaborar paso a paso una visualidad apuntando a objetivos, a finalidades en cierta medida utópicos, que no se completan. Así, su obra se convierte en un permanente aparecer y desaparecer, constituido en un discurso que otorga tanta importancia al bosquejo como a la obra mayor. La idea de fondo es cruzar transversalmente el ámbito de las artes visuales, desarticular la verticalidad de los paradigmas estéticos, ya sea emplazándose en espacios institucionales- como el Museo de Bellas Artes, en la tercera etapa de "Chile. 100 años"- , o en lugares más deficitarios y alternativos, como esta galería.
"Estoy presentando un mural-pizarrón con un dibujo en tiza, no fijado al muro. La obra es táctil y con el paso de los días, está destinada a ir borrándose. Mi quehacer no busca un desarrollo rectilíneo; el trabajo mismo genera un intercambio de instancias donde no se puede separar lo definitivo de lo intermediario. Estoy cercano al dibujo por su carácter intermediario, flotante, flexible. Pero en ese lenguaje plano, vuelco toda mi fascinación por la disposición de las cosas, por los objetos y su desplazamiento".
Integrando una de las tendencias visibles en la nueva discursividad visual, Rodrigo Bruna hace su propia lectura del drama histórico nacional, que en su caso surge de una inquietud por el mundo doméstico. Esta es la cuarta parte de un proyecto organizado en base a informes de dueñas de casa que fueron víctima de desaparición y/o muerte durante el gobierno militar. El artista confronta el ritmo circular y rutinario del quehacer hogareño - tareas en las que estaban sumidas al momento de su deceso- con el tiempo de la historia, el tiempo magnánimo de la narración irrumpiendo en aquella letanía cotidiana.
"Toda esta información es producto de un residuo y me interesa buscar la forma de reconfigurarlo. Mi generación, que no vivió directamente estos procesos, necesita rearmar los relatos y hacer las lecturas propias. En ese sentido, busco la consistencia del discurso, aún cuando esto implique perder cobertura. Hay mucha gente que dice "ese tema está agotado". Pero este tema da para mucho más. Lo mío no es denuncia; en estas instalaciones de elementos, de poéticas y códigos domésticos, propongo reconstruir la memoria desde varias direcciones, no sólo desde los grandes acontecimientos (una narración que también está trunca), sino desde el cotidiano, desde lo que vivió cada persona" .
El proyecto "Reconfiguraciones domésticas" fue planteado como un microcircuito dentro del circuito: cada etapa ha ocupado una galería, construyendo una dicursividad fluida. En marzo se publicará el catálogo que registra todo el proceso de confección de obra, las etapas del montaje y del desmontaje.
En el caso de Antonio Becerro, hay un desplazamiento al espacio galerístico del lenguaje callejero de rayados y graffitis, conformando una poética espontánea en torno al Sagrado Corazón, símbolo de la religiosidad popular chilena. Las rayas, las palabras, los textos fragmentarios surgen en la tela como producto de la limpieza del pincel, del ensayo pictórico. Enfrentado al muro, un perro callejero sometido a su ya característico proceso de taxidermia, herido, maltratado y cuya anatomía pone en jaque al espectador. El sello del autor está instalado en otro muro, en forma aislada, como elemento parasitario respecto de las obras con las cuales comparte este espacio:
"Dispuse como contorno de este sello unas moscas secas, seleccionadas; moscas que consumen los cadáveres. Lo que busco con la taxidermia es cambiar la naturaleza de las cosas, intervenir la realidad haciéndola más real aún. Y el grafitti también, además de lo contestatario, tiene una gráfica especial, un dibujo que interviene, cambia los códigos. Lograr reunir el plano en la pintura, el volumen en el animal y la poesía callejera es lo que siempre he buscado", señala Becerro.
Mario Navarro plantea su trabajo, "The new ideal line", como fin de un proceso cuya esencia contiene esa misma connotación: la de elaborar paso a paso una visualidad apuntando a objetivos, a finalidades en cierta medida utópicos, que no se completan. Así, su obra se convierte en un permanente aparecer y desaparecer, constituido en un discurso que otorga tanta importancia al bosquejo como a la obra mayor. La idea de fondo es cruzar transversalmente el ámbito de las artes visuales, desarticular la verticalidad de los paradigmas estéticos, ya sea emplazándose en espacios institucionales- como el Museo de Bellas Artes, en la tercera etapa de "Chile. 100 años"- , o en lugares más deficitarios y alternativos, como esta galería.
"Estoy presentando un mural-pizarrón con un dibujo en tiza, no fijado al muro. La obra es táctil y con el paso de los días, está destinada a ir borrándose. Mi quehacer no busca un desarrollo rectilíneo; el trabajo mismo genera un intercambio de instancias donde no se puede separar lo definitivo de lo intermediario. Estoy cercano al dibujo por su carácter intermediario, flotante, flexible. Pero en ese lenguaje plano, vuelco toda mi fascinación por la disposición de las cosas, por los objetos y su desplazamiento".
Integrando una de las tendencias visibles en la nueva discursividad visual, Rodrigo Bruna hace su propia lectura del drama histórico nacional, que en su caso surge de una inquietud por el mundo doméstico. Esta es la cuarta parte de un proyecto organizado en base a informes de dueñas de casa que fueron víctima de desaparición y/o muerte durante el gobierno militar. El artista confronta el ritmo circular y rutinario del quehacer hogareño - tareas en las que estaban sumidas al momento de su deceso- con el tiempo de la historia, el tiempo magnánimo de la narración irrumpiendo en aquella letanía cotidiana.
"Toda esta información es producto de un residuo y me interesa buscar la forma de reconfigurarlo. Mi generación, que no vivió directamente estos procesos, necesita rearmar los relatos y hacer las lecturas propias. En ese sentido, busco la consistencia del discurso, aún cuando esto implique perder cobertura. Hay mucha gente que dice "ese tema está agotado". Pero este tema da para mucho más. Lo mío no es denuncia; en estas instalaciones de elementos, de poéticas y códigos domésticos, propongo reconstruir la memoria desde varias direcciones, no sólo desde los grandes acontecimientos (una narración que también está trunca), sino desde el cotidiano, desde lo que vivió cada persona" .
El proyecto "Reconfiguraciones domésticas" fue planteado como un microcircuito dentro del circuito: cada etapa ha ocupado una galería, construyendo una dicursividad fluida. En marzo se publicará el catálogo que registra todo el proceso de confección de obra, las etapas del montaje y del desmontaje.
Cárdenas, Elisa, Discursos interrumpidos, Diario El Mercurio, Santiago, jueves 7 de diciembre, 2000.
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